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miércoles, 7 de enero de 2015

¿Somos por naturaleza omnívoros sexuales?

 De los 200 mil años que el hombre ha estado en su forma actual en el planeta, apenas 5% del tiempo (unos 10 mil años) los contratos de apareamiento entre machos y hembras de la especie han estado sujetos a un contrato social de exclusividad, para asegurar la transmisión de la herencia (genética y económica) dentro de las poblaciones humanas.
Este argumento del dr. Christopher Ryan (contenido en el libro Sex at Dawn: How We Mate, Why We Stray, and What It Means for Modern Relationships, del que es coautor) no es tanto otra revisión moralina a favor de la variedad de compañerxs sexuales, sino un argumento que tiene potencial para modificar radicalmente nuestro entendimiento del sexo y su función social, desde que el ser humano existe en su forma actual.

Para Ryan, el sexo sería más un dispositivo de “bonding”, de afianzamiento de lazos comunitarios, en lugar de un medio de procreación. A lo largo de su charla en TED, así como de su libro, aporta ejemplos de comunidades donde la paternidad de los hijos no está asimilada a la transmisión de la propiedad a través de las generaciones, sino donde el cuidado de la comunidad es responsabilidad común.
Al igual que un vegetariano, a causa de su elección culinaria, no hace desaparecer del mapa los hábitos carnívoros de su vecino, la elección monógama en cuanto a la sexualidad es tan electiva (es decir, es tan aprendida y flexible) como formas no tradicionales de contacto sexual, como la homosexualidad o el poliamor. En seres humanos como en nuestros parientes más cercanos dentro de los mamíferos (bonobos y chimpancés), apenas una cría se produce por cada mil copulaciones. Lo que esto indica es que, por más prohibiciones y ordenanzas que la Iglesia o los chismes provoquen, el ser humano no limita su función sexual a la reproducción, sino que tiene relaciones sexuales con otros miembros de su comunidad como parte de un mecanismo de construcción de la misma.
“No son solamente los gays los que deben salir del clóset,”, afirma Ryan, “sino todos nosotros tenemos clósets de los cuales que reconocer: [por ejemplo] que nuestra pelea no es entre nosotros, sino contra una idea Victoriana y pasada de tiempo de la sexualidad humana, que iguala deseo y derecho de propiedad, que genera vergüenza y confusión en lugar de entendimiento y empatía. Es tiempo de ir más allá de Marte y Venus, porque lo cierto es que los hombres vienen de África y las mujeres vienen de África.

Fuente: avantsex.com

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