La ceremonia de la Quinceañera, por tradicional que sea, está marcada año tras año por las tendencias de la moda.
De acuerdo con Grecia Hernández, creadora de contenido de Quinceañera.com, “la tradición en sí —que se celebra en la mayoría de los países de habla hispana evoluciona anualmente e incorpora tendencias tanto de las Semanas de la Moda como de lo que opinan y publican las chicas en las redes sociales.
“En cuanto a la temática de la fiesta, ahorita lo que está bien pegado es todo lo de ‘Beauty and the Beast’, por el reciente lanzamiento de la película de Disney. Y, en referencia a las paletas de los colores para la selección del vestido, la del rosado y el azul siguen siendo las favoritas”, agrega Hernández.
Cortes y estilos
El traje al estilo princesa —de falda súper esponjada o ancha— no es la única opción que tienen las chicas hoy. El vestido de corte en “A” (enterizo o en dos piezas) es otra alternativa espectacular que está tomando mucha popularidad entre las nuevas quinceañeras debido a la tendencia que se está dando de “adaptarlo más tarde para su fiesta de graduación”.
El uso de la tela de encaje es otra de las tendencias evidentes, así como los trajes de manga larga en encaje y los adornos en perlas chicas. Como quien dice, “los vestidos para las quinceañeras de hoy están siendo muy influenciados por la moda de los trajes de novias“.
Tiaras delgadas y discretas
Las coronas grandes que adornan la cabeza de la quinceañera quedaron “solo para las niñas muy tradicionales”. Las jovencitas de hoy están optando por tiaras o diademas delgadas, en tamaños discretos, decoradas con pedrería que simulan brillantes.
Algunas, incluso, están prefiriendo hasta ganchos y hebillas para adornar su cabello.
“De acuerdo con lo que veo en las secciones de fotografía que se hacen en las ferias para las quinceañeras, tan solo un 20% seleccionan las coronas y los chongos (moños) altos”, detalla Hernández.
La obesidad es una acumulación anormal o excesiva de grasa la cual puede resultar perjudicial para la salud.
Es un trastorno multifacético en el que influyen en su génesis, curso y mantenimiento diversos factores genéticos, biológicos, psicológicos, comportamentales, cognitivos y socio-ambientales.
En este artículo, voy a abordar el tema de la obesidad y su tratamiento psicológico.
Debido a la influencia de tantos factores en este trastorno, para que la intervención de terapia psicológica resulte exitosa se tiene que abordar de forma integral,
trabajando coordinadamente diversos profesionales de la salud (médicos, psicólogos, nutricionistas, entre otros).
El índice de masa corporal (IMC) es un indicador de la relación entre el peso y la talla. Este indicador se utiliza frecuentemente para identificar niveles de sobrepeso y obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).
Los parámetros que indica la OMS para identificar tanto la obesidad como el sobrepeso son los siguientes:
Un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso.
Un IMC igual o superior a 30 determina obesidad.
El IMC proporciona la medida de identificación más útil del sobrepeso y la obesidad en la población. Este índice se puede utilizar indistintamente tanto en ambos sexos como en adultos de todas las edades. Sin embargo, no es una medida rigurosa del todo porque es posible que no corresponda con el mismo nivel de grosor en diferentes personas.
Así, frente a los distintos grados de obesidad se hace uso de intervenciones más o menos prolongadas, intensivas, y con un enfoque más orientado a los estilos de vida.
Las intervenciones con tratamiento psicológico para la obesidad aparecieron por primera vez en los años 60 gracias a Ferster, Nurnberger y Levitt (1962) y Stuart (1967 y 1971). En estas publicaciones, propusieron las bases a emplear en los procedimientos para hacer frente a la problemática de la obesidad.
Gracias a estos estudios pioneros, se logró disminuir las tasas de abandono hasta un
11,4%, además de una pérdida de peso mayor de la que se conseguía con los tratamientos ya utilizados hasta el momento. A pesar de los beneficios que se encontraron en relación a los otros tratamientos, no se lograba abordar el problema de forma multifacética.
En la actualidad, se puede decir que se ha avanzado de forma considerable en la sistematización de los programas de tratamiento y en la seriedad con la que se realiza la intervención.
Antes de proponer al paciente un tratamiento más agresivo como es la farmacoterapia o cirugía bariátrica, éste debería de haber realizado al menos uno o dos intentos previos de modificar su estilo de vida mediante cambios en sus hábitos de alimentación y en los patrones de actividad física.
A la hora de determinar el tratamiento, hay que tener en cuenta tanto las preferencias como las objeciones del paciente. Esto influirá en la implicación del paciente, factor esencial para el éxito de la terapia.
También es importante a la hora del planteamiento del tratamiento valorar si el paciente dispone de la motivación necesaria para poder no sólo comenzar el tratamiento, sino también para mantenerlo en el tiempo con todos los esfuerzos que esto conlleva.
Si no se tiene la suficiente motivación, el tratamiento estará destinado directamente al fracaso generando malestar un frustración tanto en el paciente como en el profesional.
Evaluación del paciente
Para la buena evaluación del paciente obeso, es necesario tener tanto un conocimiento extenso de la obesidad del paciente como un análisis pormenorizado de los atributos de la persona. Para ello, se realizaría tanto una entrevista médica como una exploración física con las respectivas pruebas oportunas.
Características físicas
Es importante tener, a la vez, en cuenta los posibles factores de riesgo que el individuo puede presentar como pueden ser hipertensión, ácido úrico, etc y posibles complicaciones médicas asociadas (cardiovasculares, metabólicas, etc).
Evaluación conductual
Más allá de un análisis pormenorizado de las características físicas, es esencial tener en cuenta realizar una evaluación conductual donde se valorarán factores conductuales o consecuencias psicológicas posibles derivadas del aumento del peso en el individuo.
Esta evaluación conductual es una pieza clave, ya que si se realiza de forma completa con ella, podemos conseguir información acerca de cómo percibe el paciente su problema de obesidad, sus características personales, psicológicas y sociales, cual es el estilo de vida que está llevando a cabo en ese momento, y sobretodo, hacer hincapié en cuál es su motivación y expectativas para iniciar un tratamiento.
Para poder evaluar la motivación hacia el cambio del paciente, nos debemos centrar en varios aspectos, ya que estos resultarán primordiales para que el tratamiento sea efectivo:
Valorar si el paciente es consciente de que tiene que perder peso: en caso de que el paciente no tenga convicción de que debe perder peso, puede ayudar a la toma de conciencia el proporcionarle información obtenida en su exploración médica, conductual y psicológica.
Valorar si el momento presente es momento adecuado para que el paciente pierda peso: teniendo en cuenta factores tanto personales, laborales u/o familiares.
Valorar si el paciente es consciente de su confianza para lograr una reducción de peso.
Valorar los atributos característicos para una buena motivación para el cambio. Algunos de estos atributos son: deseo de pérdida de peso por motivos de salud, no está pasando actualmente por acontecimientos estresantes que puedan impedir el seguimiento y consecución de los objetivos del tratamiento, tiene confianza en que conseguirá alcanzar los objetivos, valorar de forma positiva los beneficios que obtendrá con el cambio, y por último, apoyo familiar y de su entorno social teniendo constancia él de este.
En el proceso de cambio, las personas suelen pasar por diversos estadios de motivación:
Pre-contemplación
Contemplación
Preparación
Acción
Mantenimiento
Valorar estadio motivacional
En el proceso de cambio, el individuo suele llevar a cabo conductas y actividades manifiestas y encubiertas con el objetivo de alcanzar una conducta positiva y saludable.
En este aspecto, existe un cuestionario muy útil para identificar en qué estadio motivacional se encuentra el individuo y obtener información sobre el uso que el paciente hace de procesos de cambio para el control de su peso.
También suelen utilizarse los auto registros y los auto informes para valorar el estilo de vida actual del paciente en relación a la alimentación y la actividad física.
Evaluar por qué y cuándo se producen comportamientos alimentarios anómalos (tanto restrictivos como de desinhibición) ante situaciones de hambre o factores externos, puede ser de gran ayuda para la planificación del tratamiento.
Existen varios cuestionarios útiles en este aspecto: WALI o cuestionarios como el Restraint scale de Hernan, Polivy, Pliner, Threlkerd y Munic (1978), entre otros.
Realizar una evaluación global del funcionamiento psicológico con ayuda de cuestionarios puede ayudar a saber qué componentes debemos tener en cuenta y cuáles no para incluir en el tratamiento.
Por último, en esta evaluación, deberán indicarse con exactitud los objetivos y expectativas que tiene el paciente en relación a la pérdida de peso así como su grado de motivación para el cambio.
Tratamientos psicológicos de la obesidad
El objetivo fundamental de la intervención psicológica en la obesidad es un cambio en los patrones alimentarios y en la actividad física del sujeto.
Estudios han demostrado que, con la prolongación de los tratamientos conductuales (10 semanas a 6 meses) o la combinación de estos con dietas muy hipocalóricas, se obtienen pérdidas de peso superiores a las que se pueden obtener solamente con dietas hipocalóricas, además de recuperar el peso perdido de una forma mucha más rápida (Wadden y Stunkard, 1986).
A continuación, voy a describir cuáles son los tratamientos más eficaces y más utilizados en la obesidad.
Terapia conductual
Gracias a la terapia conductual, el paciente obtiene un conjunto de principios y técnicas para facilitar el cambio de su estilo de vida, potenciando la adhesión a pautas alimentarias positivas para la pérdida de peso y mantenimiento, además de la práctica continuada de actividad física.
En la terapia conductual, las técnicas que se utilizan con más frecuencia son:
Los autorregistros, tanto de la actividad física realizada como de los hábitos alimenticios.
El control de estímulos.
La educación nutricional.
El manejo de contingencias.
La reestructuración cognitiva.
El apoyo social.
El entrenamiento en estrategias para el manejo de posibles recaídas.
Los autorregistros ayudan al paciente a tomar conciencia de los patrones de conducta y hábitos en relación con la alimentación, así como en la actividad física que está realizando y que resultan desadaptativos. Como he comentado anteriormente, una toma de conciencia de la problemática resulta primordial para poder comenzar y mantener un proceso de cambio.
El control de estímulos tiene como objetivo modificar las señales externas del entorno del paciente que preceden a la sobreingesta o al sedentarismo (un ejemplo de esto puede ser el mantener los alimentos en casa fuera del alcance de su vista).
También una técnica útil son los contratos conductuales. Estos se suelen realizar semanalmente e incluyen las actividades y objetivos a realizar en la semana, así como las recompensas que tendrá el individuo si consigue llevarlos a cabo. Para valorar si estos objetivos se han cumplido, se deben especificar claramente en estos contratos los criterios que tendrán que cumplirse.
La resolución de problemas permite analizar las áreas problemáticas del individuo relacionadas con la ingesta y la inactividad física. En el tratamiento de la obesidad, los pasos a seguir para el aprendizaje en resolución serían:
Definición del problema relacionado con el peso y/o la inactividad.
Generación de alternativas o soluciones a esto.
Evaluación de posibles soluciones o alternativas así como la selección de la alternativa más adecuada.
Puesta en marcha de la nueva conducta elegida.
Evaluación de los resultados. Esta técnica es de vital importancia de cara al mantenimiento del peso perdido.
Con la reestructuración cognitiva se enseña al paciente a identificar los pensamientos negativos relacionados con sus expectativas y su autoeficacia percibida en relación al tratamiento y a la consecución de objetivos.
Debido a estos pensamientos negativos, se produce un sentimiento de frustración en el individuo lo cual les lleva al derrotismo permanente en la el proceso de cambio. Gracias a la reestructuración cognitiva, se identifican previamente estos pensamientos negativos e ideas irracionales para así sustituirlos por otros más adaptativos y eficaces para el cambio.
También existen manuales de autoayuda como es el LEARN (lifestyle, exercise, attitudes, relationships, nutrition), de Brownell (2000). Este manual ayuda a el paciente a aprender a producir cambios permanentes en 5 áreas de la vida (el estilo de vida, ejercicio, relaciones interpersonales, y nutrición)
Terapia Cognitivo-Conductual en la obesidad
Este tipo de terapia se comenzó a utilizar en consecuencia de los desalentadores resultados obtenidos con los tratamientos conductuales indicados para la obesidad, especialmente a la hora del mantenimiento de la pérdida de peso.
El objetivo de la terapia cognitivo-conductual en la obesidad, es primeramente producir la pérdida de peso además de ayudar al paciente a aceptar y valorar los cambios sutiles que se van consiguiendo en el peso, y, por último, fomentar la adquisición y práctica de comportamientos para mantener esta pérdida de peso.
Este tratamiento se realizará individualmente, siempre adaptándose a las características personales del paciente.
La reestructuración cognitiva y los experimentos conductuales son las técnicas más empleadas para trabajar que el paciente se cuestione en relación a los obstáculos y barreras para el mantenimiento del peso.
También, con la terapia cognitivo-conductual, se potencia la ingesta de alimentos saludables, lo cual ayudará al paciente tanto a la hora de perder peso como en el mantenimiento de esta pérdida.
Aunque ambos tratamientos han mostrado eficacia a la hora de la consecución de la pérdida de peso, aún existen dificultades a la hora de su mantenimiento en el tiempo.
Quizá para esto, lo eficaz sería poner mayor énfasis en focalizar la atención en el mantenimiento de conductas de ingesta de alimentos saludables y controlada, así como el mantenimiento en el tiempo de realización de actividad física.
En relación a este último aspecto, es aconsejable practicar ejercicio físico de baja intensidad pero diariamente en sesiones breves de 20 aproximadamente durante 2 veces al día.
Referencias
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Bennet, G.A (198-6). Behavior therapy for obesity: A quantitative review of the effects of selected treatment characteristics on outcome. Behaviour Therapy, 17. 554-562.
Brownell, K. D (2000). The LEARN program for weight management 2000. Dallas, TX: American Health.
Brownell, K.D y Wadden, T.A (1986). Behaviour therapy for obesity: Modern approaches and better results. En K.D Brownell y J.P Foreyt. Handbook of eating disorders (pp. 180-197). Nueva York: Basic books.
Wadden, T.A y Foster G.D (2000). Behavior therapy for obesity. Medical Clinics of North America, 84, 441-461.
Stuart, R.B (1971). A three dimensional programa for the treatment of obesity. Behaviour Research and Therapy. 9, 177-186.
Spielberg, C.D, Gorsuch, R.L y Lushene, R.E (1970). STAI: Manual for the state-Trait Anxiety Inventory. Palo Alto, CA: Consulting Psy-Chologists Press.
La inseguridad emocional es una sensación de poca autoconfianza y autovalor. Las inseguridades pueden surgir de las experiencias previas en la infancia temprana y reforzarse a medida que la persona crece.
Aunque cierto nivel de inseguridad es normal, la gente con niveles alto de inseguridad puede tener problemas para relacionarse con los demás, en el trabajo y en la vida general.
Causas
Cuando somos niños, no tenemos conciencia de aquello que podemos y no podemos hacer. Nos acercamos al mundo con ansias de explorarlo, en vez de tener una actitud temerosa ante la vida.
Poco a poco, los adultos van potenciando o restringiendo la confianza y seguridad que tenemos en nuestras propias capacidades y podemos desarrollar un sentimiento de inferioridad.
Por tanto, se considera que la sociedad tiene un importante papel en la falta de confianza que tenemos en nosotros mismos.
Conforme vamos creciendo, vamos asimilando la idea de que tenemos el deber de cumplir las expectativas de los que nos rodean: estudiar la carrera que esperan nuestros padres, ser personas exitosas, tener muchos amigos, etc.
En muchas ocasiones, pretendemos alcanzar la perfección, intentando sacar las mejores notas, siendo los mejores en nuestro trabajo, etc. Posteriormente, al darnos cuenta de que no somos perfectos, surge en nosotros el sentimiento de la falta de confianza.
Consecuencias de la inseguridad
Se trata de un sentimiento muy desagradable, que nos puede perjudicar negativamente en muchas esferas de nuestra vida. La falta de seguridad en nosotros mismos, provoca que no nos sintamos capaces a hacer algo, por lo que evitamos intentarlo –de forma que se cumplen nuestras expectativas negativas-.
Por ejemplo, si piensas que no tienes la capacidad suficiente para practicar un deporte de forma habitual, no te esforzarás tanto en adquirir el hábito, por lo que pondrás de excusa que no eres capaz de hacerlo.
Por el contrario, una persona con la suficiente confianza en sí mismo estará más dispuesto a aprender, a mejorar los aspectos en los que no es muy hábil, en marcarse metas y luchar por conseguirlas, con la certeza de que, si fracasa, siempre puede empezar de nuevo.
Esta seguridad y confianza hace que las personas sean más hábiles en el trabajo, en el plano académico y en sus relaciones interpersonales.
Como ves, son muchos los beneficios que puedes obtener si te animas a aumentar la confianza en ti mismo.
Cómo superar la inseguridad emocional
1. Concibe este cambio un proceso, no como una sola meta
Obviamente, para que logres aumentar tu confianza y seguridad en ti mismo, es necesario que te establezcas unos objetivos específicos, además de dedicarle el tiempo suficiente para que el proceso de Con respecto al lenguaje verbal, deberías plantearte hablar con espontaneidad, de forma que logres transmitir confianza al que te está escuchando.
5. Utiliza el sentido del humor
tu confianza se implante.
Es muy importante que aprendas a ser paciente y a valorar los logros que vas alcanzando, en lugar de reprocharte todo aquello que aún no has conseguido. Con respecto a los objetivos concretos que quieres ir consiguiendo, eres tú quien debe establecerlos y luchar por perseguirlos día a día.
Piensa en todo aquello en lo que te gustaría mejorar. Cada uno tiene sus propios retos, por lo que existe una amplia variedad de opciones:
Ser más seguros en el plano del lenguaje no verbal. Por ejemplo, puedes proponerte mirar a la cara cuando alguien te habla.
Perder la vergüenza al hablar en público. Tanto en reuniones de amigos como en exposiciones de trabajo. En ambos casos, te resultará muy beneficioso tener más confianza en ti mismo.
Saber decir no. Para rechazar una propuesta, un consejo o un favor que te han pedido, también es necesario que tengas una gran confianza y seguridad personal.
Un aspecto común entre la gente que tiene inseguridad en sí misma es que les afectan las críticas más que a otras personas.
Si tienes este problema, seguro que te ruborizas al hacer el ridículo o cuando dices algo inapropiado –o incluso te mantienes al margen del grupo por miedo a que se produzca una situación incómoda-.
Para combatir esta vergüenza, deberías hacer uso del sentido del humor. Si tienes un error o dices algo inoportuno, puedes reírte de ti mismo, de modo que los demás se puedan reír contigo –no de ti-.
Resta importancia a las consecuencias que puede tener tu conducta, de forma que no tengas un miedo y excesivo e irracional a las críticas de los que te rodean.
6. No te disculpes continuamente
Éste es otro aspecto que deberías modificar de tu lenguaje verbal y no verbal. Si eres una persona insegura, puede que te disculpas excesivamente, de modo que las palabras “perdón”, “disculpa” o “lo siento” suelen
7. No seas excesivamente humilde
Para que tu seguridad y confianza en ti mismo sea mayor, deberías aprender a aceptar los cumplidos que recibes de los demás. Deja a un lado la vergüenza porque te hayan dicho lo bien que te sienta el nuevo corte de pelo, o que te halaguen por haber hecho bien tu trabajo.
No hace falta que te muestres arrogante ni pretencioso, simplemente que agradezcas a los demás todo lo positivo que dicen sobre ti, que se lo agradezcas y valores esos aspectos positivos de ti mismo.
Las personas que tienen una gran confianza y seguridad en sí mismos, también son capaces de halagar a los demás –de hecho, lo suelen hacer frecuentemente-. Intenta adquirir este hábito de halagar a los demás y disfrutarás de las consecuencias positivas que aporta –aceptación, agradecimiento, etc.-.
8. Cuida tu apariencia física
Aunque el físico no es lo más importante, está claro que tu seguridad y confianza depende, en parte, de él. Vestir ropa adecuada a cada ocasión, no resultar demasiado extravagante, te ayudará a sentirte más confiado y menos preocupado por el qué dirán.
Por otra parte, también deberías prestar atención a tu silueta –sin llegar a obsesionarte-, de forma que la persona que veas en el espejo te haga sentir bien cada día.
Para que puedas estar más satisfecho/a con tu imagen, puedes proponerte dedicarle un poco más de tiempo a tu cuidado personal –aplicar cremas hidratantes, hacerte un peinado que te favorezca, etc.-.
Tu propósito debe ser convertirte en la mejor versión de ti mismo, sin comparaciones con los demás, sin juzgarte ni culpabilizarte por tu aspecto actual.
Recuerda que tu seguridad y confianza en ti mismo no debe depender exclusivamente de tu apariencia física, puesto que se trataría de una falsa seguridad que sólo te hace sentir bien de forma temporal.
Si sigues estos consejos, conseguirás construir una seguridad y confianza en ti mismo que te ayudarán a aumentar tu bienestar personal.
«Un pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas”.
¿Y tú qué estas haciendo para ser una persona más segura? en tu vocabulario.
Pedir perdón o disculparte por todo hace que los demás te vean como una persona muy insegura y débil. Además, también tiene consecuencias negativas para ti mismo, puesto que consideras que eres el culpable o responsable de lo que ocurre a tu alrededor.
Llevando a cabo algunos cambios simples en tu vocabulario, conseguirás que los demás perciban una mayor confianza en ti mismo, al tiempo que evitas sentirte mal con tu comportamiento.
Para que lo veas más claramente, podrías evitar decir: “siento haberme retrasado”, y cambiarlo por: “gracias por la espera”.
De esta forma, te muestras agradecido a la otra persona pero sin necesidad de mostrarte preocupado en exceso por lo que puedan decir de ti o lo que puedan reprocharte.
En este ejemplo, también podrías recurrir al uso del sentido del humor descrito anteriormente, contando de forma divertida la razón por la cual no has sido puntual.
Estos son sólo algunos ejemplos de retos que puedes proponerte, los cuales te ayudarán a enfrentarte a todo aquello que te hace sentir mal e inseguro contigo mismo.
Si te propones objetivos a corto plazo, tendrás expectativas mucho más realistas y, al mismo tiempo, podrás ir percibiendo los resultados poco a poco, en lugar de frustrarte al no alcanzar tus metas inalcanzables.
2. Piensa sobre tus talentos y cualidades
Seguro que una de las razones por las que sientes que tu autoconfianza es baja es que tiendes a resaltar tus defectos, de forma que éstos eclipsan tus virtudes. Dedicar un momento a analizar todas las virtudes y capacidades que posees te ayudará a tener una visión más objetiva de ti mismo.
Este ejercicio puedes llevarlo a cabo con papel y lápiz, puesto que si los escribes, podrás leer los ámbitos en los que eres compete cada vez que lo necesites.
Para que esto tenga el efecto deseado, tienes que evitar compararte con los demás. Por ejemplo, en vez de decir “hablo inglés mejor que mi compañero del trabajo”, deberías escribir “tengo un buen dominio del inglés”.
Si este ejercicio te resulta complicado y no encuentras ejemplos de actividades en las que eres competente, puedes preguntar a la gente de tu alrededor, seguro que te llevas muchas sorpresas agradables.
Tras dedicarle el tiempo necesario, podrás apreciar todas aquellas cualidades positivas y virtudes que posees, lo que ayudará a incrementar tu seguridad y confianza en ti mismo.
Además, visualizar tus éxitos pasados, ser consciente de todo aquello que has logrado por ti mismo, te ayudará a tener una mayor confianza en el futuro.
3. Cambia tu lenguaje interno, dejando a un lado las autocríticas
A veces, sin darte cuenta, te mandas mensajes internos negativos sobre ti mismo. Seguro que en algunas ocasiones, incluso verbalizas estos mensajes a otras personas, diciendo por ejemplo “qué torpe soy” “nunca hago las cosas bien”.
El primer paso para cambiar esta comunicación contigo mismo es aprender a detectar estos mensajes negativos y convertirlos en positivos.
No se trata de negar la realidad, sino de ser más objetivo en las críticas –constructivas- que hacemos de nosotros mismos. Un ejemplo podría ser el siguiente:
En lugar de decir: “soy muy irresponsable y desorganizado”, podrías decirte: “me gustaría ser más ordenado y responsable. Tengo que trabajar para cambiar este aspecto de mí mismo”.
En el primer caso, se puede ver cómo se trata de una autocrítica negativas sobre uno mismo, que simplemente hace una descripción, sin intención ni propósito de cambio. Sin embargo, el segundo caso pone de manifiesto un lenguaje que potencia el cambio sobre un ámbito con el que se está descontento.
Cambiando este lenguaje, poco a poco, llegarás a modificar tus pensamientos catastrofistas sobre ti mismo, conseguirás alcanzar tus objetivos poco a poco y esto te llevará a aumentar tu nivel de autoconfianza.
4. Prestar atención a tu lenguaje no verbal
El lenguaje no verbal revela en gran medida muchos aspectos de nuestra personalidad. Seguro que más de una vez has detectado un nivel de inseguridad emocional en otras personas gracias a su lenguaje no verbal.
Los signos de las personas que tienen una baja confianza y seguridad suelen ser los siguientes:
No mantienen la mirada cuando hablan con otra persona.
Tienen la mirada baja.
No suelen tomar la iniciativa al iniciar una conversación.
A veces, hablan rápido porque quieren terminar pronto su intervención, por miedo a que sean inapropiados.
Normalmente, tienen una posición corporal encorvada.
Hablan con un tono bajo y titubeando.
Para que transmitas una mayor seguridad y confianza en ti mismo, necesitas modificar estos aspectos del lenguaje no verbal. Empieza por detectar cuales son los signos de lenguaje no verbal donde transmites una imagen de baja seguridad en ti mismo, para ir modificándola poco a poco.
No intentes modificar todos estos aspectos al mismo tiempo, puesto que estarás más preocupado en dar una buena imagen que en disfrutar de una conversación o un encuentro con tus amigos.
Referencias
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Branden, N. (1995). Los seis pilares de la autoestima. Paidós.
González-Pienda, J. A., Pérez, J. C. N., Pumariega, S. G., & García, M. S. G. (1997). Autoconcepto, autoestima y aprendizaje escolar. Psicothema, 9 (2), 271-289.
López, M. P. S., García, M. E. A., & Dresch, V. (2006). Ansiedad, autoestima y satisfacción autopercibida como predictores de la salud: diferencias entre hombres y mujeres. Psicothema, 18 (3), 584-590.