Gran número de personas sufren agobio por
la violencia, apatía y rutinas que enfrentan a diario, y ello les hace sentir
que su vida no tiene propósito; en sus propias palabras, experimentan un
“vacío” que se agudiza y les resta vitalidad. ¿Este éste su caso y desea hacer
algo para cambiar su situación? Descubra a continuación cómo conseguirlo.
Es difícil ignorar que los índices delictivos en piases como México
y el mundo presentan cifras ascendentes, que la depresión va ganando terreno en
personas de todas las edades y que distintos tipos de adicción se vuelven más
comunes en nuestro espacio vital. Las ciudades parecen más peligrosas y
asfixiantes que nunca, despertando en muchos de sus habitantes un sentimiento
trágico que por momentos parece incontrolable.
A decir de Marco Eduardo Murueta Reyes, presidente de
la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi), “el vacío
existencial es la sensación de falta de sentido de la vida, de no
saber para qué se vive, y que lleva al aislamiento y enrarecimiento de la
relación con la familia y la sociedad”. Un concepto similar fue creado por el
filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976), quien habló del “anonadamiento”
para describir que una persona ‘siente la nada’ y percibe la “inhospitabilidad
del mundo”.
El vacío de la existencia, asegura el especialista en
psicología y filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
se relaciona con crisis emocionales desencadenadas por sufrir frustraciones de
manera continua, incapacidad para concretar propósitos individuales y
realización de actividades rutinarias que dejan poco espacio a la creatividad,
pero se debe sobre todo a la falta de afecto y de relaciones sociales
enriquecedoras.
Asimismo, llama la atención sobre el hecho de que el
paciente con este problema experimenta habitualmente estados de angustia, es
decir, “momentos de alteración, tensión o ansiedad sin que haya algo que los
provoque; la persona siente que le preocupa todo, pero a la vez nada en
específico. Ha perdido la motivación y el interés por lo que ocurre y ello hace
que crea que vivir es lo peor que le puede pasar; es de suponer que cuando
dicha situación se prolonga y es muy intensa, llega a desencadenar el
suicidio”.
Problema individual, problema común
Aunque tradicionalmente se ha establecido que la
sensación de vacío se presenta más a menudo durante la senectud, el también
catedrático de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, perteneciente a
la UNAM, indica que este problema se puede observar casi a cualquier edad, sobre
todo a partir de la adolescencia, que es cuando el ser humano comienza a
preguntarse cuál es el sentido de la existencia.
Más aun, el Dr. Murueta Reyes comenta que “es notable
que en fechas recientes se ha elevado la sensación de agobio en personas con 25
años o menos y que las tasas de problemas psicológicos y suicidio en este
sector poblacional se han incrementando en todos los países, al parecer porque
la globalización genera la sensación de encontrarse ante una maquinaria social
de la cual ni siquiera se siente parte y que ha sido impuesta. A diferencia de
sus similares de los años 1950 a 1970, que eran emocionalmente más fuertes y
creían que podían cambiar al mundo, los jóvenes de 1980 a la fecha dan la
impresión de experimentar una sensación de depresión generalizada y de
impotencia que se acentúa poco a poco”.
Existen varias razones que explican la agudización del
desencanto hacia la vida, siendo sobresaliente “el fenómeno de
despersonalización que genera la sociedad industrial. La técnica ha arrollado a
las manifestaciones culturales, que son referentes importantes de identidad y
pertenencia a un grupo, en tanto que las calles, los centros de trabajo y
medios de transporte como el metro ofrecen un ambiente en el que las personas
viven rodeadas de gente, aparentemente acompañadas, pero solitarias en lo
emocional”.
En opinión del especialista, este fenómeno fue
observado desde sus orígenes (siglo XIX) por el filósofo danés Sören Kirkegaard
y ha sido descrito por numerosos escritores, como el ruso León Tolstoi, el
francés Jean Paul Sartre, el colombiano Gabriel García Márquez o el mexicano
Octavio Paz. Empero, la pérdida de esperanza se ha acelerado en las ultimas
décadas por hechos como la caída del bloque socialista, que para muchos
representaba una alternativa de cambio que ha desaparecido.
Otro tanto hay que decir de las relaciones familiares,
en las que es común observar abandono afectivo y falta de comunicación.
Describe el psicólogo que aunque en los hogares exista la presencia física de
uno o ambos padres, éstos se encuentren emocionalmente ausentes “como sucede en
la película El muro (The wall), de Pink Floyd, donde el personaje
requiere a su madre y ella parece no responder”, o bien, las necesidades
orillan a los tutores a pasar mucho tiempo fuera de casa y “a vivir
ensimismados tratando de solventar su problemática económica, mientras los
niños se encuentran en otra realidad, como ejemplifica la cinta Vidas
perdidas (Kids)”.
Todo este panorama ha favorecido el distanciamiento de
las relaciones humanas y afectivas, a la vez que ha generado incredulidad
respecto a la idea de que las personas pueden actuar de manera honesta o
auténtica. “La pérdida de confianza en los demás por sufrir abandono,
decepciones, traiciones y actos de violencia —sostiene el psicólogo— se
convierte en una pérdida de identidad y de confianza en sí mismo, pues un
individuo sin relaciones satisfactorias con sus semejantes no tiene referentes
claros con los cuales comprenderse, produciendo de esta forma una sensación de
vacío”.
Consecuencias notables
En medio de avenidas y del ir y venir de automóviles
resulta difícil establecer cuándo una persona experimenta falta de interés por
la vida, sobre todo porque así es imposible conocer los sentimientos de la
gente y el estado de sus relaciones afectivas y familiares. Sin embargo, basta
con analizar un poco las escenas que se presentan a diario para entender que la
sensación de agobio es mucho más notable y común de lo que parece a simple
vista.
En primer lugar, describe el Dr. Marco Eduardo Murueta,
es evidente que una de las principales consecuencias directas de este problema
es la depresión, pero se debe considerar que “las personas con este
padecimiento tienden a ser bipolares o maniacodepresivos, es decir, que luego
de pasar por un período de crisis entran en una fase eufórica o maniaca en la
que intentarán experimentar sensaciones que les hagan olvidar el vacío
existencial, por lo menos durante un momento”.
Así, la historia personal de cada persona determinará
la manera en que se trata de superar o evadir la angustia. “Por ejemplo, un
joven que siente vacío existencial de manera significativa puede aceptar la
invitación que le hacen para consumir enervantes, convirtiéndose en un
drogadicto. Pero así como ocurre esto podemos hablar de una mujer con cierta
capacidad económica que adquiere satisfactores materiales para sentirse mejor y
que se transforma en una compradora compulsiva, o bien, de aquellas personas
que integran pandillas para cometer asaltos o una violación, de modo que su patología
puede ser la violencia social”.
Sobre este último punto el Dr. Murueta explica que “los
secuestradores y asesinos pasan necesariamente por una serie de crisis
emocionales, y entre más violentos sean sus actos demuestran que son más
insensibles hacia los demás y hacia ellos mismos. Basta con recordar el caso
del secuestrador Daniel Arizmendi: cuando lo capturaron y le preguntaron qué
castigo le daría a quien haga lo mismo que él, contestó con la mayor frialdad
que merecería la pena de muerte. Era consciente, pero no le importaba nada, ni
él mismo; a través del crimen trataba de llenar su vacío existencial y sentir
que pasaba algo en su vida, como lo hace mucha gente a través del dinero,
agresividad, exceso de trabajo y consumo de estimulantes”.
Otra forma de enfrentar el malestar interior, comenta
el especialista, se presenta cuando la persona afectada literalmente se
bloquea. Dicho problema se llama ansiedad disminuida, y en ella el paciente
deja de sentir; “no experimenta la angustia ni la vida, y aunque cae en alguna
crisis cuenta con una especie de mecanismo mental que le permite evadirlo un
rato, Por lo general son aquellos individuos que se muestran siempre
indiferentes y apáticos”.
Una manifestación más consiste en mantener relaciones
sexuales ocasionales. Al principio, entrar en contacto íntimo con distintas
parejas puede despertar muchas emociones en la persona, dar la impresión de que
algo ocurre y de que se recupera la vitalidad, pero conforme pasa el tiempo y
se mantiene la misma situación es casi inevitable que se manifieste la
depresión con mayor severidad, pues el paciente comienza a comprender que “no
es importante para nadie y nadie es importante para él”, dando origen a un
fuerte sentimiento de soledad.
Así, queda claro que el desencanto por la vida está
presente en muchas personas, aunque no lo manifiesten directamente, pero a
pesar de ello muchas campañas publicitarias tratan de aprovechar su existencia.
“La sociedad de consumo se vale de este problema comercialmente, y si la gente
siente vacío tratará de llenarlo, o al menos intentará dar la impresión de
hacerlo. De ahí la moda o slogans como el que dice: ‘un psicólogo nunca
entenderá el valor de un vestido nuevo’; la verdad es que sí lo entendemos,
pero sabemos que la felicidad que genera sólo dura dos o tres días”.
John Lennon tenía razón
A decir del Dr. Murueta Reyes, la persona que
experimenta vacío existencial puede recurrir a la psicoterapia para comprender
el origen de su angustia, expresar sus problemas emocionales y aprender nuevas
estrategias para relacionarse satisfactoriamente con sus seres cercanos y
familiares, de modo que logre cambiar la percepción que tiene de sí mismo y de
los demás, comprendiendo que no todo es color negro y que siempre hay gente
honesta, leal y de buenas intenciones.
Asimismo, refiere que en la agrupación que preside, la
Amapsi, “hemos generando algunas alternativas en las que se da atención a las
necesidades de las personas, por lo que si comprendemos que el vacío
existencial se origina por los problemas emocionales que hemos descrito,
sabemos que lo que el paciente necesita es aprender a producir afecto”. Al
menos sobre este punto, los Beatles estaban en lo cierto
cuando decían que “todo lo que necesitas es amor”.
El psicólogo comenta que su grupo de trabajo ha
desarrollado una propuesta llamada “tecnología del amor”, que consta de nueve
factores que ayudan a que las personas tomen el poder de su vida, establezcan
relaciones sólidas y sean capaces de generar cambios reales. En resumen, dichos
puntos son:
- Conocer
y saber expresar los aspectos que agradan de sí mismo y de otras personas.
- Compartir
momentos de esparcimiento con familiares y personas cercanas mediante
actividades como el juego, fiestas o asistir al cine, teatro u otros
espectáculos recreativos.
- Generar
experiencias agradables y únicas con las personas cercanas; ello se logra
dando mayor atención a los detalles, sorpresas, regalos, fantasías y buen
humor.
- Mejorar
el contacto físico para profundizar las relaciones de amistad y de amor.
Este aspecto incluye la manera en que se saluda de mano a los semejantes y
los abrazos, besos y palmadas en el hombro que se intercambian con amigos
y familiares, sin olvidar la importancia de las relaciones sexuales con la
pareja.
- Cooperar
voluntariamente en la realización de actividades con un fin común,
contemplando para ello desde mover un mueble entre dos o más personas
hasta organizar juegos o trabajos en equipo.
- Compartir
una actividad creativa con los seres cercanos; por ejemplo, el decorado de
la casa, escribir un poema, planear unas vacaciones o la creación de una
pequeña empresa.
- Disfrutar
del éxito obtenido a través del trabajo en grupo, dando su justa dimensión
a la realización de metas importantes mediante el esfuerzo combinado con
otras personas.
- Conversar
sobre las vivencias cotidianas, anécdotas o recuerdos, así como aprender a
escuchar con atención los relatos sobre lo que le ha ocurrido a otros.
- Dar
lugar a la sana competencia, entendida como el deseo constructivo de
tratar de ser un poco mejor cada día.
“Lo que buscamos con esto —sugiere el especialista— es
ayudar a generar chispas motivacionales, es decir, que los pacientes logren
crear proyectos de vida interesantes por cuenta propia y que los compartan con
sus semejantes. No debemos olvidar que muchas veces la gente con vacío
emocional prefieren dejar de reír y no enterarse de lo que pasa en su comunidad
para evitar ser víctimas de chismes o que los asalten, y se aíslan en una
burbuja cuando lo que deben hacer es reforzar sus relaciones humanas”.
A pesar de los buenos resultados obtenidos, el Dr.
Marco Eduardo Murueta opina que un cambio duradero necesita de la realización
de otras medidas que involucren a la sociedad en su conjunto. Por ejemplo,
habla de crear una nueva cultura laboral en la que se contemple al trabajador
como un ser humano con emociones que necesita convivir más con su familia, sin
olvidar el valor que tendría ayudar a que las personas aprendan a establecer
relaciones enriquecedoras y respetuosas, así como a hacer uso inteligente de
sus emociones.
Por último, el filósofo y psicólogo concluye que sería
de gran utilidad para toda la sociedad crear “alternativas viables y
edificantes que alcancen también a la esfera política, en donde los debates se
reducen a buscar ‘quién es el peor’. Pienso que en vez de esto es posible
empezar a generar propuestas como la creación de ‘escuelas para padres’, en
donde se enseñe a los progenitores cómo enfrentar sus problemas, así como de
nuevos modelos educativos que hagan que los chicos sean más participativos en
su comunidad, o gracias a los cuales aprendamos a ser mejor pareja y a trabajar
en equipo en nuestros trabajos. Sí hay posibilidad de lograr un cambio, y
aunque no es fácil, al menos podemos intentarlo”.
Fuente amapsiorgweb
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