Marian Rojas trabaja en el Instituto Español de
Investigaciones Psiquiátricas, y como doctora en Medicina y psiquiatra trata a
personas afectadas por depresión, ansiedad, trastorno de conducta y de personalidad. Es la autora
del libro Cómo hacer que te pasen
cosas buenas (Espasa), cuyo contenido es tan valioso y explícito como su propio
título indica.
Quiero que me pasen cosas buenas.
Propícialas.
¿Cómo?
Vive el momento presente: no estés angustiado por tu pasado
ni ansioso ante el futuro.
Y si mi presente es desastroso, ¿qué?
Toma con ganas tu presente: no importa lo que te pase, sino
cómo te lo tomas.
Lo dijo Epicteto hace dos mil años...
Tu interpretación de tu presente es decisiva. Ahí detentas
todo el poder: ¡alcanza una interpretación que mejore tu vida, que la enfoque
hacia la felicidad!
¿De qué depende hacer una buena interpretación?
De tres factores: uno, tus creencias, lo que piensas de la
vida...
Pienso que me gusta, por ahora.
Dos: tu actitud, que sepas decirte cada mañana “hoy va a ser
un interesantísimo día”.
¿Y eso determina algo?
¡Predispones toda tu bioquímica en esa orientación, está
comprobado!
¿Y tres?
Adiestra tu sistema reticular activador ascendente (SRAA).
¿Mi... qué?
Así se llama tu función cerebral de filtraje de información:
tu cerebro recibe a cada instante varios millones de bits de información... y
tu SRAA se fija sólo en los alineados con tus intereses.
Una embarazada ve cochecitos de bebé por todos lados: ¿es eso?
Eso es. Tu mente coopera con tus propósitos, intenciones,
ilusiones...: con tu atención.
¿Mi mente modela mi realidad?
“Descubrir algo nuevo puede ser ver lo viejo con otros
ojos”, dijo Proust. Cada mañana imagina un objetivo para ese día, un desafío, algo
que anhelas que te suceda.
Como la famosa ley de la atracción.
Cuándo sabes lo que quieres, es más fácil que te pase, pues
te darás cuenta si te pasa.
Me conviene mucho, pues, saber lo que quiero, dibujarme un
proyecto vital...
“Cuándo sabes a qué puerto vas, todos los vientos son
favorables”, dijo Séneca. Si no lo sabes..., ningún viento será bueno.
¿Algún ejemplo práctico?
Una amiga me decía, desesperanzada: “No encontraré un hombre
que me quiera”. Le pedí que sustituyese esa idea por la imagen del hombre
anhelado. “De mundo, viajero, aventurero...”, me dijo. Así activé su SRAA.
¿Y?
Al día siguiente, en el AVE, el hombre de su asiento vecino
consultaba en un portátil... viajes a Birmania.
Era él.
Hoy están juntos.
Espero que para bien.
Mi amiga ya sabe atraerse cosas buenas.
Deme otro consejo para eso.
Conecta con tus pasiones verdaderas. Desempeña un trabajo
que te ilusione. Y persevera. Esto hoy va de capa caída...
¿Sí?
El umbral de frustración ha descendido, nos frustramos
pronto. Enseña a un niño a perder: le fortalecerás ante reveses de la vida.
¿Así le educaron sus padres?
Mi madre, economista como mi abuelo, Fabián Estapé, me
llevaba de niña a sus gestiones en la Bolsa de Barcelona. Y allí, en vez de
fijarme en las cotizaciones, yo le decía a alguno de aquellos agentes: “Le noto
triste”.
Le salía la psicóloga.
Eso me dijo mi madre: “Dedícate a lo de tu padre”.
El psiquiatra Enrique Rojas.
Mi maestro. Y como a él, me interesan las personas y su
felicidad, escuchar, ayudar.
De todo lo aprendido de su padre, destaque algo.
Que el buen terapeuta sabe generar un vínculo de amistosa
armonía con su paciente.
Señáleme lo último que la ciencia aporte a su trabajo.
Que el cáncer es de origen multifactorial, y un factor de
riesgo son las emociones.
Vaya.
Si tu imaginario es ansiógeno, tu ansiedad generará más
cortisol del necesario..., lo que desgasta el sistema inmunitario, lo que a su
vez inflama el organismo...
¿Inflama?
Colitis, faringitis, artritis, amigdalitis... Insomnio,
caída de cabello, taquicardias, palpitaciones, envejecimiento... e
irritabilidad. Y mala irrigación del lóbulo prefrontal: pérdida de memoria y
concentración... Y, claro, te deprimes: la depresión es un estado inflamatorio
de la mente.
Me temo que vivimos en un siglo inflamatorio.
Es así, por tanto perfeccionismo: queremos hacerlo todo
perfecto. Por cronopatía: le pedimos demasiado a cada minuto. Por controlarlo
todo: incluso el futuro de los hijos...
¿La receta es... que me relaje?
Toma tú las riendas de tu propia vida. Y rodéate de
personas-vitamina. Y háblate bien: que tu pensamiento use palabras alegres,
constructivas, ilusionantes, ¡sin quejas! Mira algo con interés, y se volverá
interesante.
¿No es eso autoengañarme?
Puestos a autoengañarte, que sea para bien.
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