La caída del Muro de Berlín fue "uno de los momentos claves de la Historia" que deparó "grandes cambios en el mundo", por tratarse del símbolo de la Guerra Fría por excelencia y por haber ocurrido de manera pacífica, según algunos protagonistas que lo vivieron, hace 25 años, desde Estados Unidos.
La desaparición del también conocido como "muro de la vergüenza" no fue algo que tuvo lugar de la noche a la mañana, como muchos creen, sino que fue fruto de "un proceso muy largo y complejo", que implicó intensas negociaciones diplomáticas, recordó en una entrevista con Efe la entonces portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Margaret Tutwiler.
Levantada el 13 de agosto de 1961, la construcción que separaba el Berlín comunista de las zonas controladas por la República Federal de Alemania (RFA), fue bautizada como "Muro de Protección Antifascista" y con el tiempo se convirtió en la metáfora viva de la profunda división existente entre la Unión Soviética y Occidente.
Tutwiler recordó "el tono solemne" del mensaje que el entonces presidente estadounidense, George H. W. Bush, transmitió a todos los miembros de su gabinete tras presenciar por televisión la caída del muro, el 9 de noviembre de 1989, debido a la acción popular.
Un año más tarde se consolidaría la soberanía a la Alemania unificada con la firma de la Declaración de Nueva York, el 3 de octubre de 1990.
La caída del Muro de Berlín "no sucedió en un solo día", insistió Tutwiler rememorando el discurso que el expresidente Ronald Reagan, que muchos consideran visionario, pronunció el 12 de junio de 1987 dirigiéndose a quien se convertiría en el último líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov.
"Mr. Gorbachev, tear down this wall!" (¡Señor Gorbachov, derribe este muro!").
Sin desmerecer las palabras de Reagan, que calificó de "emotivas e importantes", Tutwiler destacó el largo proceso de negociaciones desplegadas por la diplomacia estadounidense y la de sus aliados europeos que antecedieron a la caída del muro.
Peter Robinson, entonces funcionario de la Casa Blanca y que fue el autor de ese histórico discurso de Reagan, admitió que no era consciente de que estaba escribiendo un capítulo importante de la historia y que lo que le preocupaba era terminarlo a tiempo.
"Solo trataba de cumplir el plazo de entrega y de hacer bien mi trabajo", apuntó en una entrevista con Efe Robinson, que en 1987 tenía treinta años y llevaba cinco trabajando en la Casa Blanca.
Pero de lo que sí se acuerda bien es del revuelo que la polémica frase, pronunciada por Reagan en un discurso frente a la Puerta de Brandenburgo, muy cerca del Muro de Berlín, desató durante varias semanas, incluidas críticas de todo tipo incluso entre los propios asesores más cercanos al presidente estadounidense.
Reagan quería llevar a Berlín "un mensaje contundente" a Gorbachov y "palabras esperanzadoras a Berlín Oriental", recordó Robinson, quien ahora es investigador del Instituto Hoover de la Universidad de Standord (California).
Poco antes del viaje a Alemania, en junio de 1987, fue citado al despacho Oval, y tras preguntarle si quería que cambiase algo del discurso, Reagan se refirió a la polémica frase y agregó: "Ese muro debe ser derribado".
"Escribí las palabras, pero el discurso le pertenece a Reagan -añadió- porque fue él quien decidió decir esa frase", declaró Robinson, quien dijo haberse sentido entonces "enormemente aliviado y gratificado" por la decisión del gobernante.
Aunque nunca se podrá establecer una relación directa entre ese discurso y la caída del muro, 18 meses después, "estoy convencido por testimonios de alemanes que residían en el lado Oriental, que esas palabras los ayudaron a visualizar su libertad como una realidad posible y factible", dijo.
Y en última instancia, "no fue Gorbachov quien acabó derribando el muro", sino los habitantes del Berlín dividido, que desmantelaron pedazo a pedazo ese símbolo de la Guerra Fría, subrayó.
Al respecto, Christian Ostermann, analista del instituto de investigación Woodrow Wilson, con sede en Washington, aseguró a Efe que si la Berlín dividida "representó el símbolo de la Guerra Fría por excelencia", no hay que olvidar que la misma "Guerra Fría concluyó de manera pacífica".
Dos años después de la caída del Muro, el 26 de diciembre de 1991, se disolvía la Unión Soviética, y este hecho "no es banal ni debe ser menospreciado", subrayó Ostermann, director del proyecto sobre Historia Internacional de la Guerra Fría del Wilson Center.
El académico hizo hincapié en la importancia de transmitir a las nuevas generaciones las implicaciones de esos hechos para que "puedan ponerse en los zapatos de los protagonistas" que escribieron la Historia.
La caída del Muro de Berlín debe servir como un recordatorio de que "la prosperidad y la libertad" de Alemania y de los países de Occidente, "no se puede dar por sentada".
Y en tiempos difíciles, Alemania no puede olvidar que gracias al esfuerzo y la contribución de las democracias europeas y de Estados Unidos, se ha convertido en una economía estable y próspera.
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