Vestidos con la mejor ropa y rodeados del oro de su imperio joyero, todos en la ciudad mexicana de Iguala (sur) conocían la fortuna del alcalde y su esposa, la pareja que gobernó abrazada al narcotráfico hasta que huyó tras la desaparición de 43 estudiantes.
Entre el asombro y la indignación, México ha ido descubriendo en las últimas semanas cómo este matrimonio, acusado ahora de ordenar el ataque contra los estudiantes, ostentaba el poder de una ciudad a 200 km de la capital sin importar que el alcalde estuviera acusado de homicidio y su esposa fuera hermana de poderosos narcotraficantes.
En Iguala (140.000 habitantes), muchos no lograban explicarse cómo el niño que empezó vendiendo sombreros de paja y ropa en la calle se hubiera convertido en un magnate de este importante centro joyero de México y después en alcalde.
Al edil José Luis Abarca algunos le reconocían su tesón pero otros no podían evitar mirar de reojo a su esposa, la exuberante María de los Ángeles Pineda, ahora una de las personas más buscadas de México.
Desde prisión, miembros del cártel narcotraficante Guerreros Unidos describen a esta mujer de tez clara y cabello castaño no sólo como una aliada sino como la "principal operadora de actividades delictivas" desde la alcaldía de Iguala.
La fiscalía acusó ayer a la pareja de ordenar a su policía municipal que atacaran a decenas de estudiantes la noche del 26 de septiembre, causando seis muertos y 43 desaparecidos, presuntamente para evitar que los jóvenes sabotearan un acto público de Pineda.
Conmocionados y avergonzados de que Iguala sea el escenario de este escándalo internacional, los vecinos usan principalmente dos palabras para describir a la bautizada como "pareja imperial": soberbia y prepotencia.
- "¿Qué traes, basura?" -
María, trabajadora de una pequeña joyería que también vende dólares a los comerciantes para que paguen a los proveedores de oro, recuerda el desprecio con el que Abarca la trataba cuando le iba a vender billetes verdes hace unos cinco años.
"¿Qué traes, basura?", asegura María que le espetaba Abarca cuando le llevaba billetes de uno, cinco o diez dólares. "Era un déspota, todo lo que fueran menos de 100 era basura para él", recuerda.
Siempre de punta en blanco, con vestidos y accesorios finos, la primera dama local presidía un centro público de protección a la infancia bajo la dirección de Lucero Muñoz, esposa del hermano de Abarca.
De trato frío y altivo, muchos en la ciudad aseguran que era Pineda quien llevaba los pantalones dentro y fuera de la alcaldía y que se sabía de su intención de relevar a su marido cuando acabara el mandato.
"Les teníamos miedo", manifiesta una funcionaria que cree que "ya era hora de que se fueran" los Abarca-Pineda de la alcaldía y de otros órganos oficiales, señalando el nepotismo de su gestión.
- Trabajador ajeno a la política -
En cambio, la familia de Abarca que permanece en Iguala da una visión muy diferente del alcalde, a quien medios mexicanos señalan de ser dueño de 17 propiedades en la ciudad, incluido un imponente centro comercial.
"Es una persona de trabajo, de muchos retos. Él ha hecho su dinero y estaba económicamente muy bien antes de ser presidente municipal", dijo a la AFP su hermana Roselia defendiendo la inocencia de Abarca, de quien cree que huyó por miedo y pronto reaparecerá.
Hijo de humildes comerciantes y el tercero de cinco hermanos, Abarca dejó a medias sus estudios de Medicina y, centrado en los negocios, entró en la política en 2012 "invitado por gente que buscaba un cambio" para Iguala considerando que él era "ajeno a esa política sucia", explica Roselia.
"No tenía ni idea de donde se iba a meter, la política es lo más nefasto", lamenta esta directora de escuela que recuerda como su hermano conoció a Pineda de "jovencito", cuando ella llevaba vestidos confeccionados por su mamá al negocio de los Abarca.
Sobre la acusación contra Abarca por el asesinato de un líder campesino en 2013, Roselia dice no saber nada y sobre sus posibles vínculos con el narcotráfico zanja: "Él quería a su esposa, no a sus hermanos".
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